Diego Gotelli C.

En los años 70', los caracoles comerciales eran el boom del shopping capitalino. Sus rampas llenas de visitantes contrastan con su carencia de compradores en la que varios de ellos viven hoy en día, una realidad que se grafica en uno de los más icónicos de aquellos tiempos: el Caracol Los Leones.

Emplazado a 200 metros del Costanera Center, el recinto que debe su nombre a la calle Nueva Los Leones hoy dista mucho de su apogeo de hace cuatro décadas. La popularidad y colorido de sus orígenes dio paso a múltiples locales cerrados, paredes pálidas y pocos clientes en sus tiendas.

"Cuando llegué era una ruina urbana", comenta Carlos Otto, actual administrador del recinto y quien lidera un grupo de locatarios y colaboradores que pretende revivir el malogrado caracol, convirtiéndolo en el nuevo "polo cultural" de Providencia.

El plan consiste en abrir el recinto a la ciudad, impulsando actividades de nicho que hoy no tienen espacio para desarrollarse, pero que se puedan compatibilizar con el ritmo comercial del lugar.

"Nuestra intención es revitalizar el caracol a partir de la gestión de la gente, de actividades culturales que realicen y que a largo plazo sea un centro comunitario cultural", explica Joan Schiodtz, gestora cultural del proyecto.

Entre las actividades que planean realizar destacan las muestras de arte, eventos musicales y stand up comedy, además de campeonatos de ping pong, torneos de cartas o ferias vegetarianas, buscando llevar nuevos públicos al caracol. "Queremos que cada día pase algo distinto, que sea un panorama que puedas ir a diario", agrega Carlos Cid, del comité de administración.

Si bien la iniciativa está en fase de diseño, ya han avanzado en refaccionar el caracol, mejorando su dañada cúpula e instalando cámaras de seguridad. Además, en febrero se reunieron con la alcaldesa Evelyn Matthei para presentarle la iniciativa y ver opciones para trabajar en conjunto. Desde el municipio confirmaron la reunión y señalaron estar estudiando el proyecto. Por mientras, sus gestores adelantaron que postularán a fondos públicos para iniciar la modernización del recinto.

80% de locales del caracol llegaron a estar abandonados. Bajó con la instalación de salas de música.

la idea pretende que las actividades culturales se realicen en horarios que no afecten al comercio.

Por Paulina Flores

Diego Gallo. Vive en Ñuñoa con sus papás, pero pasa más en el departamento de su pololo en Santa Ana. Siempre se moviliza en su bicicleta negra, ya sean 10 minutos de recorrido o una hora y media: "No logro soportar el metro y las micros. Eso sí cuando llueve muy fuerte no me queda otra. También cuando salgo a carretear, porque tuve varios accidentes por andar en bici medio curao, así que me obligó a dejarla en la casa y salir con harta batería en el celular para pedir un Uber".

La semana pasada lo asaltaron caminando por José Miguel de la Barra: "Venía de tomarme una chelas con una amiga, onda dos latas para cada uno. Me devolví caminando por esa vereda que bordea el cerro Santa Lucía. De repente apareció un tipo desde detrás de los arbustos con flores. En realidad estaba en esos bancos de cemento que van entre medio, pero pareció que salía de las plantas. Me abrazó con una navaja en la mano y yo me quedé helado. A fines de febrero también me asaltaron, cerca del Parque Forestal, entonces todavía estaba como muy asustado y no atiné a reaccionar. Me fui para dentro, ni siquiera pude hablarle al tipo, y el pensó que me estaba resistiendo y me tiró un cuchillazo en el brazo. Ahí desperté y le pasé el celular y la billetera, que era lo único de valor que tenía y ni siquiera de tanto, porque el celular que tenía era uno muy barato de repuesto del que me habían robado antes. Me devolví pa la casa de mi pololo corriendo. Por suerte el corte era superficial".

"Me abrazó con una navaja en la mano y yo me quedé helado. A fines de febrero también me asaltaron."

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