• La necesidad hace al príncipe azul

    por constanza michelson / @psicocity

    Hace un buen rato que las mujeres critican el ideal de amor romántico. Sospechan que ahí hay una trampa. El problema es que los suplementos femeninos, aunque destruyen la idea del príncipe azul, insisten en que hablemos mucho de cómo enrularnos las pestañas y mejorar el orgasmo, y poco de nuestra jubilación. El tema que se evade es el de la infraestructura social y económica que alimenta nuestras desventajas en el amor.

    El mérito de la escritora Eva Iliouz es precisamente nombrar las condiciones sociológicas que inciden en la asimetría entre hombres y mujeres en las relaciones heterosexuales. Esta desigualdad derivaría del hecho de que el matrimonio y la paternidad han dejado de ser signos de estatus masculino. En el declive del ordenamiento patriarcal, tener una familia, unos hijos para que el apellido trascienda, no parecen ser insignias de algún orgullo en particular. El hombre actual puede encontrar en el desarrollo profesional, de riqueza y en la acumulación de parejas sexuales, satisfacción y estatus. Mientras que las mujeres, entramos mucho más tarde en la historia al campo público y laboral. De manera que el matrimonio significó por mucho tiempo -no el sueño del príncipe- sino que la única forma de tener una vida social y económicamente sustentable.

    De ahí viene esa acusación masculina hacia las mujeres, tildándolas de interesadas, caza fortunas o trepadoras. Sancionando un efecto de lo que su propio ordenamiento social provocó. ¿O acaso muchos hombres lucharon para igualar las condiciones de las mujeres en lo laboral?

    Las desventajas sociales han sido y siguen siendo un estrechamiento en el destino de las mujeres. Por eso las revueltas para ganar derechos en lo público. Sin embargo, hay condiciones que generan inercia.

    Una fundamental, es la cuestión de la maternidad. Son ellas quienes principalmente están atravesadas por este deseo, y aun cuando hoy moralmente exista la apertura para tener un hijo sola, es lo económico lo que no da acceso a ello. Sumado a que tener o no pareja, sigue siendo para muchas un signo de valor en lo social. Luego se cae en el circuito de buscar con desesperación a un compañero que tenga el mismo proyecto. Y es ahí donde ellas se topan con horror, con lo que llaman "no hay más hombres". Claro que los hay, más bien ocurre que no tienen el mismo apuro, la paternidad ha dejado de estar en sus prioridades. Hoy la reproducción de la especie parece correr por cuenta femenina.

    La mujer moderna también puede sentirse jugando a las sillitas musicales, teniendo la sombra de la soledad de reojo. Y no por retrógradas, sino porque la distribución económica y de poder crea el deseo de príncipe azul, rojo o feminista. Como sea, pero se encarna en un hombre la función de destino fundamental. Y que es una idea fantástica, cuando efectivamente se comparte el proyecto, el problema es que los tiempos marcan un afán en que ellas quedan cada vez más solas.

    Afortunadamente, varias son las que se abren a otras formas de cuidado y compañía, que les permiten salir de esta neurosis. Pero hay otras tantas, que no ven lo perverso de apoyar fuerzas que empujan otra vez a las mujeres fuera de lo social. Como las tendencias, ridículamente exigentes, de maternidad. O ideas como la licencia laboral por dolores menstruales.

    "Las desventajas sociales han sido y siguen siendo un estrechamiento en el destino de las mujeres."

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