por karol lucero / @Karol_LuceroV

Verano 2017: mientras la mayoría de los chilenos disfrutaban y descansaban en sus anheladas vacaciones, grandes extensiones de nuestro país eran arrasadas por incendios forestales, considerado dentro de las peores catástrofes ambientales que han ocurrido en Chile.

Pese a la calamidad que significó este acontecimiento, la tristeza y pérdidas que causó, un hecho positivo a rescatar fue la generosidad y solidaridad que despertó en muchos chilenos. Surgieron miles de iniciativas y campañas para ir en ayuda de los afectados, llovían las donaciones de bienes de primera necesidad y de elementos para combatir los incendios, un grupo importante de personas -varios vacacionando- interrumpió su rutina y se movilizó a las zonas afectadas a aportar con lo que fuera necesario.

Y aquí hay que detenerse: según datos del Injuv (Instituto Nacional de la Juventud) en situaciones de emergencia un 10% de los jóvenes participa como voluntario, pero una vez terminada la catástrofe, este porcentaje cae bajo el 7%. Es decir, solo un pequeño grupo de nuestros jóvenes hace permanentemente algún tipo de voluntariado. Les apuesto que pensaban que era mucho más. Por lo menos yo, sí.

Por eso este Mes de la Solidaridad (agosto) apela directamente a los jóvenes: "La felicidad la recibes cuando te das" es su mensaje, y con esto se les invita a reflexionar sobre la importancia de salir de uno mismo, encontrarse con los demás, y generar lazos y vínculos profundos.

Cuando nos vinculamos a otros, nos ayudamos mutuamente a vivir la vida con más alegría. Ahí reside la felicidad duradera, que nos hace más plenos.

El voluntariado es una manera concreta y a la mano con la que podemos poner esto en práctica. ¡Necesitamos que más jóvenes se entreguen a otros!, porque olvidarse un rato de los propios dramas y darse a aquellos cuya realidad es más dura, libera y fortalece. "Cada vez que me doy así, recortando de mi haber, sacrificando de lo mío, yo adquiero más valor, un ser más pleno", decía el Padre Hurtado.

Muchos creen que la felicidad se encuentra comprando: deseas un objeto, te esfuerzas hasta que lo consigues, luego te acostumbras a él y al rato necesitas uno nuevo para volver a sentirte gratificado. En cambio, cuando nos vinculamos, vivimos experiencias que nos hacen felices y que permanecen en el recuerdo toda la vida.

Tal como decía una popular propaganda comercial: "hay cosas que el dinero no puede comprar". Bueno yo les digo ¡La felicidad no tiene precio!, tal como lo dice este diario, pero debes buscarla tú mismo.

"Necesitamos que más jóvenes se entreguen a otros, porque olvidarse un rato de los propios dramas y darse a aquellos cuya realidad es más dura, libera y fortalece."

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El Ministerio de Educación otorgó ayer el Premio Nacional de Ciencias Exactas al astrónomo y profesor titular de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, Guido Garay. La ministra Adriana Delpiano fue la encargada de entregar el galardón en las instalaciones de la secretaría de Estado junto a los ganadores anteriores. El premio incluye un diploma y un premio en dinero de casi $18 millones. Además de una pensión vitalicia de 20 UTM (alrededor $930.000).

Garay investigó por más de tres décadas la formación estelar en la Universidad de Chile, misma escuela que lo albergó en sus estudios de pregrado. Años depués obtuvo un Máster en Astronomía de la Universidad de Harvard (1980) y un doctorado en Astronomía (1983) en la misma casa de estudios. El académico fue becario del Observatorio Interamericano Cerro Tololo y del Observatorio Europeo Austral (ESO).