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Violencia: ¿Es siempre lo mismo?
por constanza michelson / @psicocity
Cada tanto nos horrorizamos con la violencia hacia las mujeres. Y volvemos a repudiar el acto: organizar marchas, condenar al agresor y el machismo. Está bien que así sea, porque la violencia de género se transformó en algo político.
No obstante, ésta no cesa, a pesar de que en el discurso general parece haber un grado importante de unanimidad, queda la sensación de que hay algo que se nos escapa. Perplejidad, que a algunos los lleva a hacer declaraciones crueles e irresponsables en contra de la víctima, tales como un "le gustará que le peguen".
Frente a este tipo de afirmaciones se debe ser enfático: quien se autoriza a violentar a otro, comete un crimen. No hay más vuelta.
Otra cosa es que puedan hacerse distinciones con el fin de ampliar el conocimiento en relación a la violencia. Cuestiones que las posturas generales en lo público, no alcanzan a ver.
Por ejemplo, en el tema de los abusos sexuales infantiles, se avanzó en prevención, cuando se teorizó acerca de la sexualidad en los niños. Reconocer que existe la sexualidad infantil, permitió comprender y ayudar a las víctimas, que con frecuencia, declaran sentir culpa y vergüenza. Cuestión que de ninguna manera significa que tengan responsabilidad en el abuso.
Del mismo modo, en la violencia de pareja es necesario dar cuenta de los mecanismos que llevan a la víctima a no abandonar al agresor, sin que eso implique culparla.
Ocurre muchas veces que no se trata de alguien con algún problema de personalidad ni de autoestima. Sino que el drama de la violencia doméstica puede funcionar como el cuento de la rana en agua hirviendo: si a ésta se le sube de a poco la temperatura, se adaptará y no alcanzará a darse cuenta cuando está al borde de la muerte.
Por otra parte, hay quienes incluso pueden condenar la violencia de género explícitamente, y no percatarse de que están en una relación, que en otro grado, comparte el mismo mecanismo de ésta en su versión de pareja: las relaciones adictivas, en que no se puede vivir sin el otro, aunque se reciba desprecio. Y que tal como la adicción a las drogas, no por saber que hace daño, se detiene. Hay deseos opacos, más fuertes que el placer, que ejercen presión.
Se debe seguir investigando por el lado de quien se transforma en victimario. Hay quienes afirman que hoy existe la misoginia (en realidad, el odio a los cuerpos feminizados, no sólo a las mujeres), pero sin patriarcado. Éste último, implicaba un código de sometimiento de las mujeres a cambio de protección. Golpear a una mujer, atentaba contra el honor, ser "poco hombre" era una acusación posible. Por supuesto, que esto no se cumplía, y la violencia no quedaba sólo entre hombres, pero aparentemente, se vivía con algo de pudor.
Pues hoy, la violencia se vuelve exhibicionista, en que alguien puede arrancarle los ojos a su mujer en plena calle. Decae el patriarcado, pero no la misoginia, y la violencia estalla cruda, sin código alguno. Cuestiones como estas sirven para pensar qué pasa en países como los nórdicos, en que se ha alcanzado un nivel aceptable de igualdad de género en lo social, sin embargo, tienen altas tasas de femicidios. Si bien englobar toda la violencia de género en una explicación general, es útil a la lucha política, es necesario tener coraje para ir más allá de las consignas y la indignación, para escuchar lo que cada caso puede revelarnos. Y así, ayudar a las víctimas reales.
"La violencia se vuelve exhibicionista (...) Decae el patriarcado, pero no la misoginia, y la violencia estalla cruda, sin código."