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La charla de camarín se tomó el salón
por constanza michelson / @psicocity
Se trata de una conversación de camarín, alegó el presidente electo de EE.UU., Donald Trump, al filtrarse el audio en que explicaba la relación directamente proporcional entre la entrega del "pussy" femenino y lo portentoso del hombre. Pero por estos días declarar la existencia de tal tipo de transacción del deseo es incorrecto incluso en la privacidad. Porque bajo el nombre de microagresiones -que, por cierto, no pongo en duda que lo sean- cierto higienismo moral no deja coartada a cierta cuota de obscenidad e incorrección, ni siquiera en ese camarín, o ese "chat de amigos", en que el macho se permite volver a ser hediondo y zorrón.
Lo cierto es que desarrollar cierta censura moral ha traído beneficios, y eso, sería de un cinismo brutal desconocerlo. Porque si bien la promesa de las democracias liberales fracasó en el proyecto de la igualdad, triunfó al menos en el orgullo de la diversidad y la transformación del lugar de las minorías. Sin embargo, paradójicamente, se trata de un triunfo que occidente no defiende. Porque los mayores verdugos de las democracias de este lado del mundo somos nosotros mismos.
Algo de esa libertad lograda, en algún momento se volvió represiva, y hoy se hace difícil la reflexión pública acerca de temas culturales sensibles como el feminismo o el racismo. Un paso en falso y las mafias virtuales se encargan de sepultar a quien cuestione la moral establecida. Es el sadismo que porta el "buenismo" contemporáneo.
Y mientras esto se despliega a la luz del día, en el camarín corren otras aguas, unas que se resisten a ser despojadas de su turbiedad. ¿Cómo fue a pasar que por más cámaras puestas en el camarín para frenar cualquier asomo de una microagresión, hoy triunfó la macroagresión desvergonzada, tomándose el salón principal? ¿Cómo ocurrió, se preguntan muchos hoy, que Trump haya llegado a la Casa Blanca?
Los analistas están de cabeza tejiendo explicaciones a lo que parece insensato. Quizás es -como dice Cioran- justamente la resistencia a la sensatez peligrosa (esa que vuelve estéril al pensamiento y homogeneiza) la que se reveló. Resistencia que lleva a la " repulsión de los elegidos, la atracción de lo réprobos" para abrir la compuerta de todos los odios asfixiados. Como un Dios oscuro, Trump permite ir en contra de lo sensato, porque sí, sin ambages. Esto es lo más complejo de este asunto.
Cierta corrección política del progresismo cultural se volvió snob y absurda, como la metáfora del "cupcake orgánico": ponerle nombre sofisticado y eco friendly al denigrado queque. Moral que supuestamente trabaja para el ciudadano de a pie, pero en el fondo lo odia, su estética le parece de mal gusto y su ética equivocada. Al sujeto cupcake le interesa que su bizcocho esté libre de la masividad del ingrediente industrial, pero suele importarle poco el destino del vendedor de "Mankeke" al que desplaza. Pero como la ley de la materia, lo reprimido no desaparece sino que retorna. Y a veces lo hace en su peor versión, con la crudeza de lo no pasado por el cedazo de la cocina del acuerdo cultural: ese que empuja a la renuncia de las pulsiones agresivas, en la medida en que se deje algún espacio acotado y resguardado para cierta obscenidad, para comerse el maldito queque lleno de mierda industrial.
"Cierta corrección política del progresismo cultural se volvió snob y absurda, como la metáfora del 'cupcake orgánico': ponerle nombre sofisticado y eco friendly al denigrado queque."
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