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La vida tensa de Bruselas a seis días de los atentados
No es una ciudad sitiada, pero en sus calles abundan los militares. Los viajes en metro y buses han bajado mientras que la demanda por taxis se disparó. Este es un recorrido por las calles de una capital de luto y todavía con miedo.
La estación de metro Maelbeek, el lugar del segundo de los dos atentados que el pasado martes dejaron una treintena de muertos y al menos 300 heridos en Bruselas, Bélgica, es hoy un centro de peregrinaje. Mientras una mujer con guitarra le canta a las víctimas, un hombre reza de rodillas y otra docena de personas simplemente mira o deja flores. También aparecen turistas, que fotografían el lugar, y a un costado dos móviles de televisión españoles despachan en vivo las últimas informaciones sobre el hecho.
Dicen, por ejemplo, que el vínculo entre estos ataques y los de París, en noviembre de 2015, es innegable. También que del gran número de heridos, 61 permanecen en estado grave. Y que incluso hay cuatro que todavía no han podido ser reconocidos. "Quedaron tan dañados que no se les ve el rostro. Por eso hay muchos desaparecidos que no se sabe si están entre los muertos o los heridos", me diría más tarde Olatze Arrieta, periodista de Televisión Vasca, de España, y que vive en Bélgica hace años.
Prácticamente no hay ni un hospital de Bruselas que no haya recibido heridos de los ataques. Y tampoco hay muchos rincones de la ciudad que no invoquen el luto: las banderas de todos los edificios públicos siguen a media asta y casi en cada calle, plaza o estación de metro se ven policías y militares. De hecho la primera persona con que interactué al llegar a Bruselas fue un policía que me detuvo y revisó la mochila a la salida de un metro.
Los guardias de seguridad, a su vez, también han proliferado. Tanto que entrar a un McDonald"s, un bar o una tienda cualquiera en el centro de Bruselas resulta casi tan engorroso como cruzar Policía Internacional.
Entre la gente, además, se percibe cierta tensión. Claire, una mujer belga de 28 años que me arrienda una pieza en Ixells, a dos cuadras del Parlamento Europeo y unas pocas más de la estación Maelbeek, reconoce que hay un susto generalizado. Lo mismo me dice Olatze, la periodista. Asegura que la cantidad de gente que anda en metro ha bajado y que lo mismo ha ocurrido con los buses. "Muchos están prefiriendo los taxis, aunque sean más caros. Yo misma no me he vuelto a subir al metro", dice.
Hay, también, un marcado rechazo al gobierno y a la forma en que se reaccionó al atentado. El hecho de que la propia policía reconociera que los autores de los ataques estaban fichados desde la masacre en París, hace ya cuatro meses, ha generado una serie de críticas entre la ciudadanía. Y existe, asimismo, temor e incertidumbre por un eventual nuevo ataque.
Frente al edificio de La Bolsa, en pleno centro, se congregan diariamente cientos de personas para recordar a las víctimas. El lugar está adornado con banderas de todo el mundo y un sinnúmero de afiches. "Paz en nombre del Islam", dice uno, por ejemplo. El suelo está plagado de velas y flores e, incluso, se ven objetos personales de las víctimas que sus mismos familiares han dejado ahí. En la pared del edificio, con tizas de colores, están escritos los nombres de cada uno de los muertos y una serie de consignas anti terrorismo.
El lugar también ha sido elegido por la prensa internacional como centro de operaciones. Las calles de alrededor están cerradas y en ellas canales de toda Europa han levantado un verdadero campamento. Entre los más de 20 camiones de televisión que copan la zona se ve, por ejemplo, a France TV, de París, la NBC de Londres y las agencias internacionales AP y Reuters. Casi no pasa un solo minuto en que no haya una cámara encendida transmitiendo a algún lugar del mundo.
Vida normal
Tal como ocurrió en París el año pasado, existe en Bruselas un deseo transversal por volver rápido a la normalidad. Las mismas autoridades han llamado a la gente a volver a las calles y, a través de las redes sociales se ha generado una campaña tácita por no verse vencidos por el miedo. "Hay una actitud de salir, de vivir con normalidad. Si nos quedamos, sería como que dos tipos locos de la cabeza nos ganaron. Pero claro, no es tan fácil como decirlo", explica Claire.
Por ahora, todavía cerrada, Maelbeek seguirá recibiendo visitas. Y La Bolsa, albergando a cientos de personas y decenas de periodistas. Así, y con una probabilidad alta de que el número de muertos aumente con los días, Bruselas se mantendrá de luto. Y con casi dos mil militares y policías de punto fijo en sus calles. Aún por tiempo indeterminado.