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Vichuquén: deportes náuticos y vinos
Sus tres lagos permiten a los visitantes disfrutar en familia de diversas actividades. Además, el pueblo tiene una atractiva fiesta del vino que se celebra hace 10 años. hoyxhoy estuvo en ella.
Nadie podría negar que la Plaza de Armas de Vichuquén es pintoresca. Este pueblo de la VII Región con fama de brujería, reconstruyó sus edificios coloniales después del 27F. Desde la llegada de los españoles a Vichuquén, han pasado 431 años y el casco antiguo tiene sus fachadas, casas e inmuebles comerciales de adobe. El fin de semana pasado se celebró ahí una fiesta en torno al vino, instancia que tuvieron para lucirse 12 viñas de la zona. Desde hace 10 años que se hace este festival a las orillas del lago, donde la elite de la zona tiene casa, y por primera vez el 2016 el evento se puso al alcance del pueblo vichuquenino. Alrededor de la medianoche, éramos unas 300 personas las que oíamos a Paulina Paz Cuarteto quienes tocaron la sensual y relajante "Don"t Know Why" de Norah Jones, mientras se conversaba, se bebía vino; sangría; espumante; y se comían anticuchos, empanadas y sushi. Todo esto en plena calle. Mientras un par de fotógrafos anduvieron rastreando "gente linda" y llevándose decenas de fotos de chicos y adultos bronceados.
El espacio aledaño al escenario desde donde tocaron la música de Norah, estuvo ocupado por artesanos de la zona pero me terminé enamorando de una gallina y de un mascarón de proa hechos por "Arte Vichuquén", taller artesanal instalado en la vereda contraria a calle Comercio. Abandoné la tiendita con mi gallina bajo el brazo.
Agua dulce y esquí
El hotel presente en la plaza de armas es el bello hotel Parador, el que tiene una arquitectura rústica moderna. Al cruzar el pasillo abierto entre la calle y el interior del establecimiento, se pasa del bullicio a la calma absoluta. La noche era de un oscuro negro y solo se escuchaban las lechuzas llamando a las hembras desde las enormes palmeras del hotel. Se respira aire puro. Junto con Felipe, un nuevo amigo, terminamos la velada echados en los jardines del Parador, mirando la Vía Láctea con cero contaminación lumínica.
Al día siguiente navegué en lancha por el lago Vichuquén, uno de los tres lagos usados para la navegación recreativa -los otros son el Torca y el Dulce. En el muelle, en el que se huele la sal, hay un akita al que me dicen que le encanta andar en Stand Up Paddle, el deporte que es como un tipo de surf pero con un remo. Me subo a la embarcación del integrante de una familia de la zona, Eugenio Eben Aresti, hombre de 40 años, muy tostado por el sol. Partimos despacio hasta que tomamos vuelo: la proa por la velocidad, se inclina al cielo en 45 grados. Me llama esta nariz del barco y me instalo en ella para enfrentar de lleno el viento y el agua, que pegan fuerte. Eugenio pilotea a toda velocidad y cuando le pegamos a las olas, les pegamos duro. Nos encontramos con un guapo chico en sus 20 y con un niño de siete años. Ambos están andando en pataleta, un bote-bici. El chico resulta ser Eugenio, el hijo del dueño de la lancha, quien es muy simpático. Se sube con nosotros. Por una media hora nos topamos con al menos tres chicos deslizándose por el agua sobre esquíes náuticos. Uno de ellos aplica la técnica de slalom, la que incrementa la velocidad al inclinarse de un lado hacia otro, poniéndose casi perpendicular a la dirección de avance de la lancha.
"No es fácil andar en ski", me dice Eugenio chico. A su vez, sobrevuela en las alturas un helicóptero, lo que no es inusual dado que tres familias en el lago poseen uno. "Si lo ves por arriba, el lago tiene forma de bruja" me dice Eugenio chico. Pasamos por donde está su familia tomando sol en un muelle a las orillas del lago: lo recibe una atractiva mujer de unos 40 años con un grupo de veinteañeros, todos guapos, en forma y con un bronceado envidiable.