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¡Viva el durazno!
Desde diciembre y hasta bien entrado el verano -con un poco de suerte hasta marzo- podemos encontrar duraznos en ferias y supermercados. Y claro, como esta fruta desaparece por completo durante los otros meses del año, cuando vemos un durazno a la venta sabemos que llegó el verano. Y, por el contrario, cuando comienzan a escasear, nos damos cuenta que el otoño está a la vuelta de la esquina. Por lo mismo, durante estos meses no queda otra que disfrutar de esta gran fruta originaria de Asia pero que los romanos llevaron a Europa y desde ahí se repartió por buena parte del planeta.
En lo personal, una de las cosas que más me gusta del durazno es su variedad, porque hay de varios tipos. Entre los más populares está el durazno peludo, también conocido como conservero, que es grande y carnoso. También tenemos el pelado, que obviamente es de cáscara más suave y un poco más pequeño pero más jugoso. Además, está el llamado durazno plátano, de carne más bien blanca, muy aromática y que se desprende del cuesco con gran facilidad. Y bien al sur aún se puede encontrar el durazno betarraga, que se le llama así por su color morado y que es ideal para guardarlo como conserva. Así, con tantos tipos de duraznos uno puede ir cambiando prácticamente a diario la variedad a consumir. O también, es posible armar verdaderas ensaladas de esta fruta, mezclando las distintas variedades.
Obviamente, la forma más habitual de consumo del durazno -al menos en esta época- es fresco. Es decir, la fruta lavada y listo, con o sin cáscara, según el gusto de consumidor. Sin embargo, los duraznos se pueden mezclar también con otras frutas, con crema, con helado y -era que no- también con vino. De hecho, deben ser varios los kilos de durazno que se consumen cada año en el popular ponche, que mezcla esta fruta picada en cubos con vino blanco y -en ocasiones- un chorrito de algún destilado como pisco o ron blanco. Además, el durazno se aprovecha mucho para el consumo durante el resto del año, por lo que se procesa para conservas o se transforma en mermelada; además de helados y jugos concentrados. Y algo no muy conocido es que el durazno también puede cocinarse. Por lo mismo, la receta de hoy se trata de un postre que involucra horno, además de vino y azúcar. No es para nada difícil, así que aquí la presentamos.