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¿El sexo sobrevalorado?
¿Cuál es el secreto mejor guardado del sexo?, según el psicoanalista Jean Allouch, es que a nadie le gusta tanto. Yo agregaría a tal proposición, que quizás a nadie le gusta tanto comparado con la obligación a decir que nos gusta taaaaanto.
Porque sí, hace un buen rato que el revolcón entre las sábanas -lejos de considerarse una práctica por liberar de alguna represión- se ha convertido en un nuevo imperativo. Desde una especie de condición de salud, así como bajar el colesterol; hasta una muestra de un ego en forma. Acá algunos ejemplos, de tales publicaciones sexo-obsesivas y majaderas de cada día: "Como el buen sexo nos puede hacer bajar de peso" (mejorconsalud.com); "Tragar semen mejora el humor" (Diario Cambio, México), "La hormona del amor podría disminuir los efectos del alcohol" (CNN). En fin, la lista podría ocupar las páginas completas de una enciclopedia desde la A hasta la Z. Aunque si son tomados con humor, por cierto, que estos titulares sirven para hacerse un festín en las horas de aburrimiento. Sin embargo, deja de ser divertido cuando la ideología del sexo toma el semblante de estudio, de esos que nos dicen cómo y cuánto hay que amar.
Uno de estos anda circulando estos días, sobre una investigación de alguna universidad estadounidense, que "determina" que la frecuencia sexual que necesita una pareja para ser feliz, es "sólo" de una vez a la semana. No solamente define caprichosamente qué significa ser feliz, sino que con ese "sólo" (una vez a la semana) pretencioso y desconsiderado, se está indicando que tal cantidad es el "mínimo", cuestión que puede ser una insolencia para muchos.
Porque lo que sabemos es que muchas veces, probablemente la mayoría, se cumple la regla de que a mayor tiempo y estabilidad en la pareja el deseo sexual disminuye considerablemente. Básicamente porque la infraestructura del deseo humano -no sólo el sexual, sino que el deseo como motor de empuje- busca lo que no tiene. Por lo mismo, puede ocurrir que las relaciones más difíciles, prohibidas, o esas tóxicas en las que hay desamor pueden ir acompañadas de la pasión iracunda de lo que se tiene por un instante, y que está bajo el ojo amenazante de la pérdida. Por el contrario, una relación amorosa profunda y fraterna, puede sostenerse por cuestiones ajenas al sexo.
Hay relaciones que mantienen una escasa frecuencia sexual, sin embargo -a diferencia de lo que sostiene tal estudio- tienen una gran conexión desde el punto de vista de la intimidad psicológica. A veces se confunde sexo con intimidad, y no siempre van de la mano. Un encuentro sexual está lejos de garantizar un encuentro con el otro, por el contrario, muchas veces significa un tropiezo con el vacío.
Claro que también es cierto, que el momento del sexo puede ser de encuentro en la pareja, una especie de renovación de votos de que son "eso", una pareja, y no hermanos, o socios, o padres de los mismos hijos. Pero para muchos, dependiendo la etapa de la vida en la que se encuentren, ese encuentro está hecho de otras cosas, de admirarse o de sorprenderse del otro, por ejemplo. En general, es justamente ahí cuando nos vuelve a gustar la pareja: cuando lo vemos como otro, con esa distancia necesaria, por cierto, para poder mirar. Y a veces, en esa experiencia resurgen las pasiones. A veces no, y no significa estar enfermo, ni tampoco que todo haya muerto con esa pareja. Pero sin duda, que obligarse a la pasión, por una que otra indicación de la nueva ciencia sexual, es la condena del deseo.
Sin duda, la sexualidad es una experiencia que conmueve al ser humano, no sólo desde el punto de vista del placer, pone en juego nuestra relación con la carne, nuestro lugar simbólico en el mundo, nuestra mortalidad. Y en tal complejidad sufre vaivenes en términos de frecuencia, y en relación a su significado como experiencia. El sexo no siempre es lo mismo en nuestras vidas. Por lo tanto, determinar metas, frecuencias y otros imperativos, empujan al sexo hacia algo más parecido a una dietética que a una sexualidad.
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Lanzan campaña que incentiva el consumo de miel en los chilenos
Aun cuando el país ocupa el cuarto lugar dentro de la producción a nivel mundial, la mayor parte del total es exportada a naciones del continente europeo.
Chile produce más de 11 mil toneladas de este producto de la apicultura por temporada, ocupando el cuarto lugar en Latinoamérica. Aún así, la mayor parte es exportada, principalmente a Alemania. Ante esta situación, la Federación Red Apícola Nacional, el Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap) y el Servicio de Cooperación Técnica (Sercotec) lanzaron la "Campaña Nacional de Consumo de Miel", iniciativa que busca acercar los niveles del consumo nacional al de los países europeos, e informar sobre los beneficios de este producto cuando es incorporado a la dieta. Misael Cuevas, presidente de la organización que agrupa a los apicultores, afirmó que "esta campaña tiene una mirada país, ya que involucra a toda la cadena de producción, con miras a ampliar el espectro de consumidores". También agregó que "cada vez son más conocidos y solicitados en los mercados internacionales otros productos de la colmena, como propóleo, cera, polen y jalea real". Juan Jiménez, jefe de Mercados de INDAP, valoró la iniciativa de la Red Apícola y dijo que se trata de un grupo muy organizado cuya preocupación va más allá de los temas gremiales y económicos. "El país hoy tiene la necesidad de conocer más profundamente los alcances nutricionales y alimenticios de la miel, y eso nos compromete para hacer los máximos esfuerzos como institución", declaró.
Algunas de las propiedades de la miel en el organismo son: combatir los problemas asociados a resfríos como la tos, promover la salud de la piel y prevenir las infecciones.