Dentro de los próximos días conoceremos al ganador del concurso que organizamos como Gobierno Regional para remodelar y modernizar el tradicional eje Alameda-Providencia. Un proyecto ambicioso, que abarca casi doce kilómetros desde Las Rejas hasta Tobalaba, y que pretende cambiar el hoy alicaído rostro de la avenida más importante de todo nuestro país.

Esta premisa de renovación del espacio público, irá paralela a la instalación de un corredor de transporte público de alto estándar (incrementará la cobertura en 25 mil pasajeros cada hora por sentido), que debiese equiparar en tiempo de viaje al Metro, y una ciclovía de alto estándar que cubriría los 11,3 kilómetros.

A quienes hemos estado involucrados en la decisión sobre la alternativa ganadora, nos enorgullece que varias de las propuestas analizadas consideren un elemento clave para este proyecto: dejar de pensar a la Alameda como una vía vehicular y comenzar a integrar adecuadamente en ella a peatones, ciclistas y automovilistas.

La Alameda es mucho más que una calle. Es el espacio público por excelencia que ha marcado la historia republicana de Chile. Por tanto, un proyecto de intervención no puede servir sólo para mejorar el transporte de superficie, haciéndolo equiparable en calidad con el transporte subterráneo, sino que debe ser la oportunidad para renovar completamente este espacio privilegiado de nuestra ciudad.

Nos hemos apoyado en un selecto grupo de 16 profesionales, todos coordinados por la Intendencia Metropolitana, para que nuestra decisión sea la más acertada y beneficiosa para la comunidad. Dentro de estos, hay procedencias y profesiones distintas. Hay urbanistas, expertos en transportes, paisajistas, expertos en patrimonio, políticos.

Pero particularmente hemos tenido el compromiso total de las cuatro comunas por donde pasa la avenida (Lo Prado, Estación Central, Santiago y Providencia), de tres ministerios (Vivienda, Obras Públicas y Transportes), y dos empresas privadas (Metro y EFE), todos buscando que el proyecto tenga el "espíritu" de integración social que debe guiar la remodelación.

Hablamos del principal proyecto de renovación urbana de los próximos años, con una inversión estimada de 223 millones de dólares.

En 2017 se cumplen 200 años de la Alameda de las Delicias. Dos siglos que, sin duda, abren la oportunidad de revisar y valorar a la principal avenida del país, pero sobre todo para renovarla y proyectarla como el gran espacio público que nunca debió dejar de ser.

Ernesto Mayo. Encumbró su primer volantín a los siete años. Siempre había visto a su hermana mayor junto a sus amigos concentrados mirando el cielo y corriendo tras un volantín cortado. En un paseo familiar a la playa, le pidió que le enseñara. Él mismo había juntado la plata para comprar un volantín chiquitito con cola. Lo primero que aprendió fue a amarrar el hilo: "Mi hermana me dijo que era un paso fundamental. Medimos con los dedos y ocupamos un fósforo para hacer los hoyos. Nos pusimos de espaldas al viento. La primera vez, mi hermana me ayudó, pero después tuve que hacerlo solo, bajo su supervisión. Después de tirar y aflojar el hilo muchas veces, pude encumbrarlo. Igual corría harto viento, así que cuando ya estuvo arriba, se quedó fijo y no tuve que hacer mucho". Desde entonces que todos los años, cuando se acerca la primavera, se equipa para la temporada: "El resto del año juego a la pelota o Play, pero cuando llega septiembre y el viento se pone bueno, los volantines tienen preferencia". El carrete lo tiene hace tiempo y cada año su abuela le regala un pack de 20 volantines que compra al por mayor en Estación Central. A veces sale con sus amigos de Lo Espejo: "Somos puros hombres, pero de todas las edades. Hay desde cabros chicos hasta unos de 30 años. Jugamos a cortarnos los hilos o a escapar de los que te quieren cortar. Cuando ya le queda poco a los volantines los bajamos y jugamos a picotearnos. A veces también salgo solo y simplemente los miro en el aire, como que me relaja. Espero no dejar de hacerlo".

Sin darnos cuenta llegamos una vez más a octubre. O sea, estamos a pasos de noviembre, mes en que comienza la (para algunos) gloriosa temporada de piscina. No sé a ustedes, pero a mí me hace tiritar de miedo la idea de volver a ponerme un bikini. Atroz. Mientras ordenaba mi clóset el otro día me encontré con uno de mis modelos favoritos, pero no fui capaz de probármelo. Apenas tomé en mis manos la parte de abajo me di cuenta de lo mucho que me excedí con los alimentos este invierno, pero especialmente en estas Fiestas Patrias. Creo sinceramente que debería tirar licencia en el trabajo para internarme en el gimnasio. De lo contrario, no podré sacarme el pareo en toda la temporada.

Cuando la gente va a barrio Meiggs se da un fenómeno tremendamente extraño: compran productos de baja calidad con la excusa de ahorrar, pero luego se gasta todo lo "ahorrado" en otros productos (malos) completamente innecesarios. ¿El resultado? Se gasta la misma cantidad de dinero que si se adquirieran artículos duraderos pero llenando los hogares de basura. Las personas celebran porque compraron una tijera de cocina -que no corta- a $1.000 y luego se sienten con "chipe libre" para gastar la diferencia de lo que el producto buscado les hubiera costado en otro lugar. Entonces, compran un juguete con tolueno o un cinturón "adelgazante" que les electrocutará la guata. Y se van felices.

Silvia Altamirano (60) aseguró que le encanta el diario hoyxhoy, pero que sobre todo es fanática de las sugerencias culinarias que trae en la sección de pasatiempos. "Me gustan las recetas, siempre las guardo", confesó.

En el Cementerio General se encuentra esta belleza de mausoleo. Una réplica de la iglesia de San Francisco.