Los espacios públicos de la comuna de Santiago siempre han sido concebidos como lugar de expresión y apropiación social de la capital, el lugar que alberga el cotidiano transcurrir de la vida de más de 2 millones y medio de personas.

En los últimos años, el crecimiento acelerado y desordenado del comercio ambulante ha generado fricciones en el espacio público. Dicho desorden se ha plasmado de diversas formas: las ocupaciones comerciales informales e ilegales de paseos, plazas y ferias; la proliferación de rubros y giros no complementarios con el comercio establecido; y en la implementación de políticas municipales sesgadas, ajenas a la ciudad y a las necesidades de sus vecinos y usuarios.

Al asumir su mandato la alcaldesa Tohá se encontró con una crisis del espacio público. El camino más fácil era seguir administrando el caos instalado a costa de tolerancias, permisos irregulares y represión policial focalizada, que más que ordenar o dar continuidad a la ciudad, generaban desorden, descoordinación con Carabineros e inestabilidad en los comerciantes que accedían a estos beneficios de la autoridad de turno.

El camino más largo y difícil era ordenar y asumir el espacio público con todos sus actores, historias y proyecciones. Es lo que se ha hecho. Más de 758 personas, mayoritariamente discapacitadas, y que presentaban grados de vulnerabilidad social se han formalizado y han obtenido patentes comerciales, que no sólo han facilitado el ordenamiento del espacio, a partir de carros y kioscos homogéneos, sino que les han dado la dignidad que ameritaban.

Esta regularización no podía hacerse sino creando bases sólidas que pudiesen validar el proceso de entrega de patentes y de ubicaciones de estos puestos de trabajo. Para ello se actualizó una añeja ordenanza municipal y se crearon departamentos y unidades que obligaran a la municipalidad a planificar intervenciones y definiciones comerciales claras, además de asumir el diseño de mobiliarios consistentes y complementarios con el comercio establecido en el entorno.

Hace pocos días, junto con Carabineros y la Subsecretaría de Prevención del Delito, la municipalidad de Santiago lanzó una campaña para controlar el comercio ambulante ilegal (no formalizado) en el centro de Santiago, enfocada en combatir la inseguridad y delincuencia producto del caos urbano. Este plan espera ser el inicio de varias intervenciones en otros barrios y puntos comerciales de la comuna, que mejoren las actividades productivas y la vida de quienes ahí viven.

El ordenar los espacios públicos comerciales es una decisión osada, pero que vale la pena a la luz de los fines que se ha fijado este programa de gobierno municipal, en pos de seguir modelando a Santiago como punto de encuentro de identidad y diario vivir.

Juan Sánchez. A los 25 se fue a vivir a El Tabo. Había probado mil cosas para hacer en Santiago, pero nada lo convenció. En la casa de Pablo Neruda tomó un taller de teatro, le encantó y se quedó durante 3 años. La profesora lo incentivó a estudiar y a los 28 dio la PAA y entró a la UPLA.

En dos semanas comienza el rodaje de una película independiente del director Óscar Pineda. Llegó de Buenos Aires en octubre del 2014. Vivió 5 años en Capital y conoció desde dentro la importancia del teatro: "La gente está acostumbrada a ir a ver obras, es otra mentalidad. Por ejemplo, yo estuve en un montaje y durante los 6 meses que duró se llenó siempre, no era la presión de acá, en donde prácticamente tienes que invitar gratis a la gente u obligar a tus amigos a que vayan".

También lo becaron en una academia de danza contemporánea, pero pese a que se le abrió todo un mundo, no pudo acostumbrarse al ritmo de vida de la ciudad: "Es muy caótico, no es que el modo se los porteños sea negativo, pero su vida es más vertiginosa y cambiante, y mi vida es muy piola y no pude subirme a ese carro, fue algo que tuvo que ver conmigo, no con ellos". Su plan para el 2016 es viajar a Salvador de Bahía a hacer trabajo social en las favelas. El proyecto se llama "Derrumbando estigmas" y se encuentra en Facebook: "Hice contactos con una profesora que hacía clases en las favelas. Cuando me invitó quedé maravillado, pese al contexto violento y a los estigmas, los niños tienen ganas de aprender y hay mucho potencial. Mi idea es usar el teatro como una ayuda más concreta".

Me pregunto dónde estarán las personas que me llevaban el bolsón cuando era estudiante, más de 30 años atrás. Algunos habrán muerto, quizás. Qué tiempos aquellos, cuando uno conversaba con el que venía al lado, jamás me empujaron (la molestia más grande era algún degenerado que se apoyaba con mala intención, o cuando el chofer corría contra otro para ganar pasajeros y uno saltaba de un asiento a otro). Seguro los nietos de las amables personas van entre los pasajeros del Metro, pero si hubieran heredado su simpatía y gentileza se notaría, ¿cierto? Al contrario, cada día le digo a mi hijo que sea cuidadoso con la gente en la calle, y hoy me respondió que no hay nadie en la calle, sólo animales.

Desde chico he fantaseado con pasar un día entero en silencio, sin dedicar ni una sola palabra a nadie. Pero pese a mis esfuerzos nunca lo he logrado. Las veces que me lo he propuesto formalmente he sucumbido, a más tardar, a la hora de almuerzo. Realmente el ejercicio es más difícil de lo que podría llegar a pensarse, a menos que se tenga la posibilidad de estar encerrado el día entero. Siempre va a haber alguien que te hable y te dé pena ignorar o no quieras que piense que estás loco. Es más, he compartido esta idea con otras personas y me han dicho que ni siquiera estando solas en un país extranjero cuya lengua no dominan lo han logrado. Yo todavía quiero, y mucho.

Darío Benavides (23) sale bien abrigado en la mañana, con las pilas puestas para enfrentar con éxito cada día. Pero andar de buen humor no es lo único que le importa. "Igual me gusta estar informado", contó. Y para eso recurre al hoyxhoy.