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Sí, es la generación de oro
Los kamikazes supieron cumplir con su objetivo y dejaron la Copa en casa, el primer título para Chile en 99 años de la Copa. Sampaoli fue clave al materializar en un trofeo el potencial de esta generación.
El desafío era enorme pero la oportunidad era de oro. Una generación con dos mundiales sub 20, dos mundiales adultos y su tercera Copa América estaba en su punto máximo de maduración. Un proceso que comenzó José Sulantay en 2005, maduró Marcelo Bielsa durante cuatro años y concretó Jorge Sampaoli con un rendimiento perfecto que concluyó la Copa invicto con cuatro triunfos y dos empates. Fue el equipo más goleador con 13 tantos y el que más partidos tuvo su valla invicta -cuatro partidos, al igual que Argentina-.
Y con esos números los 23 de Sampaoli no fallaron. La presión y el mote de ser la generación dorada la cristalizaron con el primer título oficial de la Selección. Como dice el dicho, no hay mal que dure 100 años y Chile tuvo que esperar 99 para romper una sequía que parecía eterna.
Sed de triunfos
Marcelo Bielsa le había dicho a sus jugadores del Marsella "acepten la injusticia, que todo se equilibra al final", y este plantel tenía claro que tras lo sucedido en Brasil 2014 la
épica les devolvería la mano. Ellos se habían juramentado ganar la Copa -lo expresó Marcelo Díaz en una carta- y en Chile cumplieron. Pese a la polémica de los automarginados, a las bajas de última hora de Carlos Carmona y Edson Puch, y superando, nada menos, el terremoto que generó el choque de Arturo Vidal en la previa del partido ante Bolivia.
Sampaoli, un acierto
La llegada del casildense tanto a la Universidad de Chile como a la Selección fue una decisión que trajo plenos éxitos. El DT ha sido artífice central de los últimos dos títulos internacionales del fútbol chileno (Sudamericana 2011 y esta Copa América), un promedio impensado para la historia del fútbol criollo.
Y el argentino, pese a su eterno recelo sobre todo lo que sobrevuele Pinto Durán, fue la pieza perfecta para sacar lo mejor de esta generación. Los kamikazes que él mismo bautizó estuvieron al borde del abismo, pero mantuvieron la concentración y la fe en sus posibilidades. Sampaoli, un maniático del fútbol, no quiso ir a las celebraciones que continuaron en el Palacio de La Moneda. Entendió que el éxito había sido de sus pupilos y los dejó celebrar. Los kamikazes ya están en la historia al igual que él.