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No hay más hombres (parte 3): la ética del soltero
el pais intimo
Las últimas dos columnas han tratado este escollo contemporáneo: la queja femenina sobre la supuesta escasez de hombres.
Hace dos semanas desarrollé la hipótesis sobre una tendencia de la erótica femenina, ese supuesto de que la liberación sexual es igual a libertad, que muchas veces lleva a quedar aún más esclava de las formas más violentas del patriarcado: cuando el cuerpo pasa a ser carne, que no alcanza ni siquiera para algún tipo de amistad política con el otro.
La segunda teoría respecto de este problema la propuse en la columna de la semana pasada: la creación de lo que algunos nombran como el hombre vagina. La aparición de una generación de chicos que se hacen cargo de la culpa histórica del patriarcado, y que buscan en las mujeres la respuesta de cómo ser un hombre, cuestión que paradójicamente lleva a que no pocas féminas, al encontrarse con lo que pidieron -un hombre hecho a su medida-, lo terminen encontrando "poco hombre". Por cierto que el problema que acá planteo no es que los hombres no puedan cambiar pañales y las mujeres pagar las cuentas. Por el contrario, todo apunta a la necesidad de desarticular los roles históricos a los que hemos estado atados. Más bien el conflicto que describo tiene que ver con el sometimiento de lo masculino a las mujeres, tan nocivo como el aplastamiento de lo femenino por la norma macho. Cuando hay homogeneidad en una pareja no hay deseo que resista. Uno desea lo que no posee, en ese sentido la diferencia.
De este modo, algunos problemas contemporáneos que ha traído el discurso de la igualdad -que si bien en el campo de los derechos sociales es imprescindible- en la erótica genera obstáculos cuando se confunde con homogeneidad.
Hay un tercer fenómeno hijo de nuestros días, y que puede también servir de explicación a este enigma del "no hay más hombres". Quizás el menos alentador.
...Y hago lo que quiero
Es la llamada "ética del célibe o del soltero" (Lacan, J.). Esa conducta solitaria y masturbatoria de aquellos que eligieron jugar solos y ahorrarse todas las dificultas y malentendidos del encuentro amoroso.
Se trata de una moral que está promovida en parte por la crianza contemporánea, donde se evita que los hijos se las tengan que arreglar con el mundo. Basta ver la ansiedad de la madre moderna, quien al ver a su criatura con dolor de guatita asume, quizás con demasiada prisa, que este sufre de una alergia alimentaria antes que de un gas atravesado. Llenos de ortopedias médicas, psicopedagógicas, psicológicas, aparece el riesgo de criar a futuros adultos que quedarán fijados a una niñez generalizada: omnipotentes, cero tolerancia a la frustración. Y sabemos que una de las mayores frustraciones es, por cierto, el campo de las relaciones con otros, especialmente en lo amoroso.
Es interesante escuchar una de las recomendaciones actuales, de los padres a sus hijos: que posterguen el amor lo más posible, no así el sexo. Quizás por los propios traumas de los padres aprensivos, se indica a los hijos que el amor es un lío, que lo pone a uno dependiente y vulnerable, cosa que es cierta, pero no por eso es malo.
Pero hoy se trata de tener nada de vulnerabilidad. Se promueve la potencia, química y plástica en todo caso, pero la idea es que nada me falte. Esto es un discurso bastante a tono con la oferta de felicidad del neoliberalismo: si le falta algo, no haga ningún esfuerzo. Si le falta fuerza, vaya por una bebida energética. Si tiene pena, vaya a la farmacia. Si se pone nervioso en el ring de cuatro perillas, consiga la pastilla azul. Y si le cuesta esto de las relaciones, entreténgase solo, para eso está el porno, el deporte aventura, los juegos de video y las drogas, cualquier entretenimiento que no implique el riesgo del encuentro/desencuentro con otro humano.
Por alguna razón son los hombres quienes caen con mayor frecuencia en estas coartadas autoeróticas, esas con que las chicas terminan enloquecidas, intentando competir con la verdadera pareja de ese hombre: sus juegos solitarios.
Así, se intersecta un desencuentro que ellas nombran como soledad, y ellos desinterés por las relaciones.
Parece que el amor dejó de estar de moda, dando paso al sexo como verdad. En una economía sentimental de cero riesgo y dolor, las mujeres -que hemos defendido lazos- comenzamos a avergonzarnos de esta aptitud. Posiblemente será el fin de las historias de amor.
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Tinder niega tener más de un 40% de sus usuarios con pareja
Un estudio realizado por la compañía GlobalWebIndex arrojó esa cifra, sin embargo, la empresa declaró que este estudio es completamente ilógico.
"Solo se necesita un poco de lógica simple para ver que cualquiera de estos datos es incorrecto", aseguró el vocero de Tinder sobre los resultados hechos por la compañía GlobalWebIndex, quienes se dedican a este tipo de análisis y ya han trabajado con redes y marcas como Twitter, Google, Microsoft y Sony.
El estudio realizado tomó como muestra a 681 personas en el Reino Unido, la cual, de acuerdo a Tinder, no representa para nada a su base de datos actual.
Una de las principales fallas del estudio hecho por GWI, afirmaron desde Tinder, es la metodología con la que analizaron y compararon los datos en una muestra poco representativa. El grupo etario más grande en Tinder es entre los 18 y 24 años, y en el Reino Unido el 93% de ese grupo nunca se ha casado, haciendo ilógico el análisis de GWI. Si estos datos fueran ciertos, el otro 60% de los usuarios de la aplicación de citas sobre los 24 años también estaría casado. Además, el grupo de usuarios estudiado tampoco tiene definido si se trata de usuarios activos o inactivos, lo cual también tiene un fuerte efecto en los resultados.
Tinder aseguró también que este tipo de estudios son los que le hacen daño a su imagen, ya que ellos se consideran una red social con motivos "platónicos", y no solo para citas o relaciones amorosas.