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La promesa del andinista que se perdió en el volcán
Waldo Flores, de 21 años, inició una excursión al Calbuco el día de la erupción. Ya había subido antes luego de haber estudiado la carrera técnica de turismo. Estuvo varias horas perdido y tras haber sido encontrado, deberá volver al macizo a cumplir un compromiso.
No era primera vez que se aventuraba a subir desde las faldas del volcán Calbuco hasta la cima. Waldo Flores (21) "tiene experiencia", repetían una y otra vez sus familiares y amigos horas antes de que el andinista apareciera con un par de moretones y calambres. Pasó toda la noche refugiado entre los árboles llenos de ceniza, corrió hasta perder de vista a sus dos amigos que lo acompañaban, tuvo mucho frío, dijo más tarde, y también hambre. Pero aún después de esa experiencia, deberá volver al macizo a cumplir una promesa.
Juan Pablo Riffo (22), uno de los mejores amigos de Waldo deberá ir con él, asume con alegría. Reconoce que el optimismo a ratos se desvanecía, pero siempre tuvo confianza en que saldría adelante. Incluso llegó a hablar en pasado de su amigo. Pero apenas se pueda, explica, los dos amigos, junto a un tercer ex compañero de curso, subirán al Calbuco para encontrar un alerce. No cualquier alerce, uno en particular.
El árbol de la promesa
En 2012, cuando cursaban cuarto medio, los tres amigos estaban en la cuerda floja, a punto de repetir. "Entonces, un día que decidimos subir hasta cierta parte del volcán, nos encontramos con un alerce que no medía más de un metro. Nos paramos frente a él y juramos que si pasábamos los tres de curso, íbamos a volver a contarle que nos fue bien", relata el amigo, que a diferencia del extraviado, ya no se dedica a escalar cerros, ni montañas, ni volcanes.
Juan Pablo cuenta que tienen un grupo grande de amigos y que era recurrente el paseo al Calbuco. Dice, además, que el día de la erupción, sólo otros dos amigos quisieron acompañar a Waldo, los dos que aparecieron primero. Ellos le contaron horas después de la erupción, que cuando comenzó a aflorar la ceniza desde el cráter, todos comenzaron a correr. A los pocos minutos, los dos amigos que se quedaron juntos se comunicaron con funcionarios de Bomberos, quienes les comenzaron a transmitir instrucciones para llegar a un refugio, ya que las cenizas tapaban toda la visibilidad.
El alivio esperado
Cerca de las 15:00 horas de ayer, fue el propio Waldo quien continuó relatando la historia: "Me refugié en el bosque hasta que pasó la noche y ahí me fui más arriba donde el río. Yo quedé con calambres y les dije (a mis amigos) que siguieran ellos y yo me perdí después". Mientras eso sucedía, un equipo de rescatistas intentaba dar con su paradero, entre ellos, uno de los padres de los jóvenes que estuvieron a salvo antes que él.
Con el arribo del amanecer, el joven caminó y caminó hasta dar con la casa de un lugareño. Le pidió prestado su celular y a la primera persona que llamó fue a su madre. Al poco rato, su familia acudió a buscarlo, después de horas de angustia, donde se podía presumir que Waldo sería la primera víctima fatal de la tragedia en el sur, que conllevó a la evacuación de más de cuatro mil personas.
Por ahora, el andinista deberá permanecer internado en el Hospital de Puerto Montt. Sin embargo, cuando se recupere, su amigo Juan Pablo le recordará la promesa que hicieron juntos. "Estoy seguro de que la va a cumplir. Él es fuerte, incluso ya vivió otra erupción, cuando pasó la tragedia en Chaitén", revela su antiguo compañero de excursiones.
Juan Pablo agrega que si bien, él nunca llegó a la cima, esta vez sí lo haría. "Las cadenas de oración no fueron en vano", reflexiona a pocos minutos de volver a ver a su "eterno" amigo de la adolescencia.