Razón tienen aquellos que señalan que la educación es un camino para terminar la desigualdad. Y si bien eso no está sujeta a cuestionamientos, las diferencias surgen al establecer respuestas concretas respecto a qué tipo de educación se necesita para un futuro mejor.

Los extensos debates derivados de la reforma educacional impulsada por el Gobierno, llenos de ideologización y ambigüedades, han tenido como consecuencia el desconcierto de los padres de familia. Se opone a esa realidad lo realizado en Las Condes que en los últimos 15 años ha logrado desarrollar un modelo educativo de calidad, con características que no deben perderse de vista cuando se discute un proyecto de educación pública.

La experiencia acumulada aquí indica que la gran meta de un sistema es lograr una educación de un alto nivel de calidad que la haga exigible por todos. ¿Qué significa? Que los colegios deben estar abiertos a todos, desde los alumnos más vulnerables hasta aquellos que por ingresos podrían a aspirar a otras alternativas.

La educación pública debe ser inclusiva, en la idea de generar igualdad de oportunidades sobre la base de las capacidades. Obviamente, gratuita, sin copago y sin selección.Debe garantizar la continuidad, es decir, los colegios deben recibir a los alumnos en prekinder y llegar con ellos hasta cuarto medio. Es la única forma que posibilita un observación permanente, generando instancias de apoyo para que el proceso fluya por cauces correctos. Los directivos y docentes deben poseer excelencia académica y permanente capacitación. Ellos son los líderes en la sala de clases y de su preparación depende la motivación y logros de niños y jóvenes.

Y también, la eficiente administración de los recursos es vital. Una educación de calidad debe disponer de las condiciones para recibir a los alumnos con dignidad.

Una buena educación pública es un aporte contra la desigualdad. Fortalecerla debiera ser una gran tarea nacional y desviar el camino es sinónimo de privar a las familias de un futuro mejor para sus hijos.

Pilar Pérez. A los ocho años se preguntaba por la eternidad y la muerte. Estudió pedagogía básica, literatura francesa y entró a un grupo martinista donde conoció al amor de su vida. Trabajó en un colegio por 15 años. En 2005 quebró y decidió seguir los pasos de su padre y estudiar joyería. Por esa época su hermano le regaló la máquina detectora de metales que aún usa. Su pasatiempo consiste en recorrer plazas y parques buscando metales. Casi siempre entre 22.00 y 02.00 am, cuando no hay tanta gente. El radar produce un pitido constante que cambia sutilmente al detectar un metal que puede ser desde un tap hasta un anillo de oro. La practica le ha enseñado a distinguir. También ha aprendido sobre el comportamiento de la gente y sus lugares preferidos para descansar en el pasto. Las monedas de $500 son las más preciadas, pero dice que no lo hace por lo económico, sino por el contacto con la naturaleza. También por ejercicio: el movimiento constante que le exige el rastreo. Lo que más le gusta es ese momento en que logra abstraerse de todo: "Es como una especie de meditación". En esos momento de inscripción piensa en la novela que quiere escribir, y a veces recuerda a su amor de juventud. Este año se cumplen 20 de su fallecimiento. 20 años desde que por fin encontrara algo parecido a una respuesta a las inquietudes que tenía desde niña sobre la muerte. Pero no es pesimista y está llena de proyectos. Para ella la búsqueda de metales es como cosechar: "No importa cuanto vaya a un parque, siempre vuelve a encontrar, es algo muy bonito, porque es cíclico, a la gente se le caen cosas y yo las cosecho".

Con estupor he seguido la actual discusión de la ley que limita aún más el consumo de tabaco. Si bien, concuerdo con prohibir el consumo de cigarrillos en menores de edad, al igual que la venta cerca de colegios, la prohibición de la publicidad, las advertencias en las cajetillas y las restricciones a fumar en espacios públicos, les debo informar que esto ya se hizo en leyes anteriores y que ya está bastante restringido.

Lo que hoy se propone (y que ya fue aprobado por la comisión de Salud de la Cámara Alta) es un abuso, una exageración y un despropósito. Llama la atención la falta de debate de fondo y que sólo se usan eslogans para volver a legislar sobre algo que ya se hizo.

No se puede negar el hecho de que las instituciones políticas y económicas están siendo fuertemente cuestionadas. Sin embargo, tengo la convicción de que en este momento lo que menos necesitamos son soluciones fáciles. En este sentido, como ciudadanos no podemos ceder ante quienes se presentan como mesías y profetas, sino que debemos, más que nunca subir la vara con que medimos a las autoridades.

Por ello, debemos llegar a un consenso como sociedad y poder saber que el populismo no es la solución para nuestro país. Sino me creen, por favor miremos a nuestros vecinos en la región y seamos capaces de sacar alguna que otra lección.

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¡Hola! mi nombre es Sebastián Hermida y acá me pillaron leyéndolos fuera del Metro. Me gusta leerlos porque llevan noticias interesantes que dan para temas de conversación. Es un diario de calidad, y es bueno que sea gratis.

Que fantástica intervención en #PlazaDe

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