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Su majestad la prietaLas mejores del mercadoCon quesoLa ensalada
la cocina de don tinto
Recuerdo que cuando era niño y vivía en la aburrida y gris provincia, en la casa de mis padres se comían prietas solo los días sábados de invierno. La razón de esto era que solo durante la temporada invernal -y siempre en día sábado- la carnicería en la cual mi padre compraba la carne hacía prietas. Recuerdo también que toda la gente llegaba a la carnicería los sábados a eso de la una con una olla en la mano y se llevaba las prietas calientitas para el almuerzo. Mal que mal, en esos años todo el mundo vivía a un par de cuadras de la carnicería. Es decir, nadie corría el riesgo de llegar con las prietas frías al hogar. En mi casa la cosa era simple: las prietas se comían con puré o papas cocidas. Mi padre las prefería con puré, para ponerle un poco de salsa de ají. Mi madre iba por las papas, las que cortaba en cuatro y luego cubría con trozos de mantequilla que casi al momento se derretían. La verdad es que a mí me daba un poco lo mismo el acompañamiento, lo que me importaba y -fascinaba- eran las prietas.
Sería mentiroso si dijera que en esos años, cuando se acababa la época invernal, extrañaba las prietas. Para mí era lo más natural del mundo que las prietas se comieran solo los sábados de invierno y solo con puré o papas cocidas. Aunque había una excepción: en las parrilladas, esas en las que te llevaban el brasero a la mesa, siempre se incluían -para mi felicidad- un par de prietas. Aún así, más allá del invierno y algunas visitas a este tipo de restaurantes, no habían más prietas durante el año. Y nadie se quejaba.
Afortunadamente los años pasaron y muchas cosas cambiaron. Para empezar, yo dejé la provincia y llegué a Santiago. Y por otro lado, las prietas también llegaron a supermercados y carnicerías durante todo el año, dejando atrás su etapa de producto estacional. Además, no fue poco común ver que cada vez más nos encontramos con las prietas en otras presentaciones. Por ejemplo, al plato con arroz; en un asado con amigos al estilo choripán y -ahora último- en gloriosas preparaciones como empanadas y pastel de papas (del cual hoy les dejamos una completísima y apetitosa receta). Así las cosas, yo diría que en la actualidad la prieta goza de excelente salud. Y además de ser muy rica, no es nada de cara. Incluso dicen que hay hasta una dieta que es a punta de puras prietas. No la conozco, pero de puro imaginármela me da hambre.
Ingredientes
(para 4 personas)
-12 papas medianas
-2 paquetes de prietas
(4 unidades c/u)
-2 cebollas
-3 huevos duros
-20 aceitunas verdes con carozo
-50 g de mantequilla con sal
-½ taza de leche entera
-sal, pimienta, nuez moscada
Pelar y picar en cuadros las papas. Poner en una olla con agua fría y un poco de sal, cocinar por unos 25 minutos o hasta que estén blandas. Retirar del fuego, botar el agua y moler las papas. Agregar una pizca de sal, otra de pimienta y apenas un poquito de nuez moscada recién molida. Finalmente, agregar la mantequilla y la leche. Mezclar bien con un tenedor hasta que tengamos una textura uniforme. Tapar la olla y dejar reposar. Pelar las cebollas, cortarlas en juliana y saltearlas en una sartén con aceite de oliva y un poco de sal. En paralelo desarmar las prietas (desechando su tripa) y luego mezclar su contenido en la sartén con la cebolla que se estaba salteando. En una budinera grande poner primero la mezcla de prietas y cebolla. Después, poner encima los huevos duros, pelados y cortados en mitades. Descarozar las aceitunas y repartir entremedio de los huevos. Finalmente, tapar todo con una gruesa capa de puré. Llevar al horno por unos 15 minutos y luego servir.
Por lo general los amantes de las prietas suelen preferir las artesanales que se consiguen en algunas carnicerías; esas aliñadas con diversas especies, hierbas o incluso nueces (deliciosas estas últimas para aplastarlas y comerlas con marraqueta y un chorro de aceite de oliva). Sin embargo, si por alguna razón del destino tiene que hacerse con urgencia de algunas prietas y no le queda otra que ir al supermercado, podemos dar fe que tanto las de La Catalana como las de La Preferida son muy buenas. De buen tamaño, rico gusto y con una tripa bien delgada.
Si se quiere hacer aún más potente este pastel, se le pueden poner unas láminas de queso mantecoso encima del puré antes de llevar al horno. Otra opción -en vez del queso- es rociarlo con un poco de aceite de oliva para que se dore bien. Y ojo, el pastel recalentado mejora mucho.
Para pasar tanta prieta y papa no viene mal una ensalada bien fresquita. ¿Nuestra propuesta? Lechuga con rabanitos picados bien finos, aliñada con aceite de oliva, sal y jugo de limón.